miércoles, 11 de diciembre de 2013

"El corazón a primera instancia"

Parte VII
                El martes dieciocho llegamos todos juntos, nos encontramos en la puerta, nos saludamos y entramos. Él bajaba del auto mientras de sostenía de donde pudiese.
     Nada anormal en el transcurso de la clase, excepto que nuestra organización semanal cambiaria. Debíamos ir dos veces a la semana. Yo elegí los sábados e iba solo para rendir examen.
          Estaría esperando una casualidad, en absoluto, para cruzármelo, a solas y detenerme a ver y analizar qué diría, qué pensaría y cómo me miraría.
                     Se había hecho costumbre entrar a lo de La Tía y experimentar una leve taquicardia, teniendo en cuenta sus dulces e inoportunos comentarios que hacia entorno a la relación de nosotros dos.
               No más que compartir una amena tarde y una linda sonrisa. Mirarlo, sentir amor y odio al mismo tiempo. Acostumbrada al no fracaso resultaba devastador el no conseguir lo que quería.
          Lo sentía ajeno a aquellos sentimientos, me sentía cada día mas frustrada ante su indiferencia. Quizá no debí mirarlo con los ojos que lo mire la primera vez… Todo pasa por algo… ¿Cuál es el motivo, el objetivo? ¿Por qué  me enamore de él si no estaría conmigo?     Comienzo a desconfiar del destino.
     Poco me importa como quede por dentro, destruida, sin espacio que ofrecer de mi corazón, pero fuerzas tendré siempre y ganas también.
           El martes veinticinco creí escucharlo protestar por su rodilla pero cuando entre el silencio llenó la habitación. Me pregunte si había llegado en un mal momento… me sonrió y me saludó con su mirada compradora, como siempre.
            De a poco, cada día más cerca, sin apuros, con tiempo. Y el sentimiento, mi malestar cambia día a día por algo mejor.
                   Llega julio y el frio se siente increíblemente. El café y los libros dejan que las horas pasen sin que se sienta el ruido del reloj y la helada de la mañana no me deja salir de la cama para que siga soñando con él.
                Sin palabras. Ahora si sentía una pequeña conexión entre él y yo. Sin palabras. Sin hablar ni emitir palabras lograba que cada martes su sonrisa fuera para mí.