miércoles, 4 de septiembre de 2013

"El corazón a primera instancia"

Parte IV
                          “Verano de olvido”

En lo que quedaba de diciembre fue inevitable pensar en él.  Me sentaba en el pasto, descalza, mientras los mosquitos disfrutaban de mi sangre… Tan concentrada estaba que ni la picazón sentía.
Llegado el día veinticuatro de diciembre uno pone sus deseos  en manos de la noche buena y sin querer recuerda a aquellos que representaron un obstáculo durante el paso del año… De todos modos me resistí a enviarle un mensaje de texto para comenzar una nueva relación. Las fiestas orientaron mi mente hacia otro lado, con tantos preparativos, familia, invitados, las risas y anécdotas que suelen surgir en la mesa. El veinticinco al mediodía, estuvo algo fresco. Me desperté algo tarde, en consecuencia de que la noche anterior  que me fui a la cama a las dos de la madrugada y sin  dejar de reconocer que bebí demás.
La sobremesa del veinticinco se extendió hasta las seis de la tarde.  Yo aún sufría la “resaca” de la noche anterior, me despedí y me retire para dormir una siesta. De repente desperté el veintiséis de diciembre, sin darme cuenta, sin enterarme.
Nuevamente comenzaron los preparativos, pero esta vez para el treinta y uno.
El treinta y uno, último día del 2012, un día soleado y agradable. Mi mamá terminaba el vitel toné, mi papá el pollo en escabeche y yo  sacaba las sillas y ponía la mesa en el garage.
Se acercaba la noche y empezaron a venir mis familiares. Sentados en la mesa con tantas cosas ricas…  Apurados levantamos la mesa para traer el pan dulce, la sidra y otras bebidas, descorchando y esperando que el reloj marcase las doce. La espera me puso un tanto ansiosa  y comencé a beber, lo que en la semana me había mentalizado que ya no lo debía hacer.
Al comenzar los fuegos artificiales me fui a la cocina  con mis mascotas, que por cierto, estaban aterradas. Encendí la TV, seguí bebiendo. Los ruidos de la pirotecnia eran cada vez más tenues y más distanciados. Me recosté en el sillón con la luz apagada. Me despertó de ese agradable sueño el sonido de mi celular.  Deseos y saludos por el nuevo año, solo eso. Comencé  a leer y uno de aquellos era de él. Me propuso un “borrón y cuenta nueva”. Por supuesto, no di respuesta.
Al otro día, acepte por fin la realidad, y comencé a olvidarlo. Ya no me importaba. Me distraje cada noche de verano leyendo, escribiendo, dibujando con tal de no pesar en él.
Pensé severamente en cambiarme de horario al empezar nuevamente con las clases de inglés, para no verlo ya.
           Dedique todas mis vacaciones en proyectos, novelas, en tocar la guitarra y en hacer críticas y reseñas.

Enero fue una lucha, pero febrero fue el mes perfecto y comenzaba a recibir marzo. Hasta que el jueves siete a la noche nuevamente sonó mi celular. Mi profesora de inglés me comunicaba que  el siguiente martes comenzábamos con las clases, sentí un golpe fuerte en el corazón al saber que nuevamente lo vería a él. Y todos mis esfuerzos por olvidarlo, mi lucha de enero… Todo a la basura.

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