Parte IV
“Verano de olvido”
En lo que
quedaba de diciembre fue inevitable pensar en él. Me sentaba en el pasto, descalza, mientras
los mosquitos disfrutaban de mi sangre… Tan concentrada estaba que ni la
picazón sentía.
Llegado el día
veinticuatro de diciembre uno pone sus deseos
en manos de la noche buena y sin querer recuerda a aquellos que
representaron un obstáculo durante el paso del año… De todos modos me resistí a
enviarle un mensaje de texto para comenzar una nueva relación. Las fiestas
orientaron mi mente hacia otro lado, con tantos preparativos, familia,
invitados, las risas y anécdotas que suelen surgir en la mesa. El veinticinco
al mediodía, estuvo algo fresco. Me desperté algo tarde, en consecuencia de que
la noche anterior que me fui a la cama a
las dos de la madrugada y sin dejar de
reconocer que bebí demás.
La sobremesa
del veinticinco se extendió hasta las seis de la tarde. Yo aún sufría la “resaca” de la noche
anterior, me despedí y me retire para dormir una siesta. De repente desperté el
veintiséis de diciembre, sin darme cuenta, sin enterarme.
Nuevamente
comenzaron los preparativos, pero esta vez para el treinta y uno.
El treinta y
uno, último día del 2012, un día soleado y agradable. Mi mamá terminaba el vitel toné, mi papá el pollo en
escabeche y yo sacaba las sillas y ponía
la mesa en el garage.
Se acercaba la
noche y empezaron a venir mis familiares. Sentados en la mesa con tantas cosas
ricas… Apurados levantamos la mesa para
traer el pan dulce, la sidra y otras bebidas, descorchando y esperando que el
reloj marcase las doce. La espera me puso un tanto ansiosa y comencé a beber, lo que en la semana me
había mentalizado que ya no lo debía hacer.
Al comenzar los
fuegos artificiales me fui a la cocina
con mis mascotas, que por cierto, estaban aterradas. Encendí la TV,
seguí bebiendo. Los ruidos de la pirotecnia eran cada vez más tenues y más
distanciados. Me recosté en el sillón con la luz apagada. Me despertó de ese
agradable sueño el sonido de mi celular.
Deseos y saludos por el nuevo año, solo eso. Comencé a leer y uno de aquellos era de él. Me propuso
un “borrón y cuenta nueva”. Por
supuesto, no di respuesta.
Al otro día,
acepte por fin la realidad, y comencé a olvidarlo. Ya no me importaba. Me
distraje cada noche de verano leyendo, escribiendo, dibujando con tal de no
pesar en él.
Pensé
severamente en cambiarme de horario al empezar nuevamente con las clases de
inglés, para no verlo ya.
Dedique todas mis vacaciones en
proyectos, novelas, en tocar la guitarra y en hacer críticas y reseñas.
Enero fue una
lucha, pero febrero fue el mes perfecto y comenzaba a recibir marzo. Hasta que
el jueves siete a la noche nuevamente sonó mi celular. Mi profesora de inglés
me comunicaba que el siguiente martes
comenzábamos con las clases, sentí un golpe fuerte en el corazón al saber que
nuevamente lo vería a él. Y todos mis esfuerzos por olvidarlo, mi lucha de
enero… Todo a la basura.
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