viernes, 29 de noviembre de 2013

"El corazón a primera instancia"

Parte VI
El más mínimo ruido me aturdía, las llaves sacudiéndose frente a la cerradura, las voces, todo era un estallido dentro de mi cabeza. Lo que no fue un estallido fue la voz de él, me causó alivio escucharlo. Continuamente sentía esas cosas, esos altibajos de amor y de odio. Sin embargo, reaccionaba a eso como si cometiera un error. Sacudía la cabeza dos veces y desviaba mi mente hacia otro tema.
         La ternura de mis ojos se desvaneció al levantarse un gran barullo y aplausos. Todos lo felicitaban por su gran ascenso en el Rugby… O lo que fuese, no me interesa. Después de la tortura y de que mis oídos agonicen todos callaron y seguimos en lo correspondiente.
       Reconozco que, en muchas oportunidades, no pude entender qué sentimiento tenia para con él… Lo odiaba de noche, lo amaba de día, lo olvidaba durante la semana, lo aferraba a mis pensamientos los martes, me decidía a aceptar la realidad por completo, pero me era inevitable no sentir algo cada vez que me saludaba, que me hablaba, que sonreía. Lo era todo para mí.
     Cada día notaba que me cerraba más a conocer chicos, como se estila a mi edad. Aún es devastador pensar de qué manera me enamoré perdidamente y de qué manera se rompió mi corazón. Totalmente inútil volver a enamorarme de alguien si había un gran riesgo de repetir la historia. Claramente, seguía tan enamorada como al principio, aunque lo negara, aunque fuera tan terca para dirigirme hacia él.
       Nada interesante en el transcurso de abril y  las primeras semanas de mayo.
      El martes veintiocho de este último llovía y el clima no era nada agradable, dudé varias veces en ir. Pero al fin me decidí y tomé mis libros. Asistieron todos menos él, nada sorprendente pero quería saber el por qué. Tenía muchas cualidades pero… la suerte no lo acompañaba. Se había lesionado, un buen golpe en la pierna derecha le habría traído dolores  en la rodilla, por lo que se le dificultaba  caminar. No lo vería unas cuantas clases…reaccionaba mejor a su ausencia. Pero me apenaba demasiado saber que su gran logro en el deporte fuera frustrado por un estúpido golpe.
          Mayo se iba y aún seguía sin verlo. Supuse que sería muy descortés de mi parte no desearle una pronta recuperación…
    Respondió con un “gracias”, tan frio y desinteresado. No esperaba más.
          El cuatro de junio entraba por la puerta, rengueando, con la pierna derecha casi inmovilizada. Se sentó frente a mí, ya que le quedaba más cómodo por ser la última silla y de fácil acceso. Parecía de muy buen humor a pesar de todo. Acomodó sus piernas bajo la mesa como si estuviera solo… Le pedí tres veces perdón al chocar las mías contra  las suyas sin darme cuenta. Compartimos alguna que otra carcajada durante la clase. De ese día solo recuerdo que volví a casa feliz, con buen humor.
          El martes once comenzábamos la clase rutinariamente y a las cuatro y cinco todos se fueron, yo junte mis cosas y me dirigía hacia la otra habitación. Él no se fue, lo pasaría a buscar su padre debido a su dificultad para irse caminando. Pero su padre tardó en llegar por él.
        Para pasar el rato y no aburrirse  se sentó  sobre la mesada de la cocina y en frente, yo, intentando mirar solo mi libro. Se puso a hablar y curiosear con La Tía  y con sus libros y sus cosas… Me hizo reír unas cuantas veces con el sarcasmo y el humor que usaba con su tía y cómo le reclamaba los caramelos que a él le gustaban. En fin, después de risas  y de que su mirada me incomodara varias veces su padre llegó para recogerlo, me saludó, saludó a su tía y se fue. Luego de eso La Tía me miró y me dijo: “Buen mozo mi sobrino. ¿Vos lo querías como novio?, es un vago ¡eh!”. ¿Tanto se notaba lo que sentía?

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